martes, 20 de noviembre de 2007

Tan cerca y tan lejos de ti

Un círculo exponencial enredó mi pelo en una espiral incompleta; una única fuerza de atracción, la palabra, y todo un camino por recorrer, imposible hacerlo de forma óptima (pero esa era la gracia del contra-ejemplo).

La paredes del pasillo enrojecieron de timidez cuando nos cruzamos la primera vez, nosotros fuimos incapaces hasta de eso. Después de la clase mezclamos el humo de nuestros cigarros y eso bastó. Se acabaron las horas pactadas, fueron pocas o eso creí; el problema se definió indecidible. Una reducción que nos hizo casi invisibles pero sencillamente, esa era la solución. Metaconocimiento.

El vacío de los años nos dio una perspectiva casi invisible de lo que nunca fuimos, de aquello que respiramos al cruzar nuestros deseos en el contexto equivocado. Espacio intemporal, nada y todo, eso fuimos.


Empezaste de nuevo despacio, casi sin hacer ruido, a colorear cada uno de los rincones de mi cerebro. Dos sonrisas en una tarde; aún mucho que decir, aún poco espacio donde hacerlo; si algo no había cambiado eran la timidez y las ganas de ti. Empecé entonces a hacer garabatos entre tus ideas, repasé tus contornos en mi mente, dibujé los míos en tu alma. Las palabras ya no eran escasas. Poco a poco nos faltaba el tiempo, poco a poco.

Recubrimiento mínimo del árbol minimal, hasta que tocamos el punto mágico. Te escabulliste por el tatuaje de mi piel y noté el tacto de tus ideas, el sabor de tus pensamientos. Llené tu espíritu con mis ilusiones; conexión interior, nuestra materia se unió. Ya era tuya, tanto como tu mío, solamente quedaba esperar el momento.

Sonaba la música a escasos dos metros; acordes de guitarra y armónica nos hacían flotar hasta sitios dónde casi no llegaban ni los acordes. Un comentario cualquiera sirvió; bajaste la mirada de mis ojos, recorriste las mejillas hasta llegar sentir romo resbalaban de mis labios las palabras, paraste el tiempo, desapareció todo cuanto había alrededor; entonces fijé tus ojos, para verlos mientras apreciaba la sonrisa de tu boca. Deseaba morderte. Terminé la frase y sonreí. Cada segundo crecen mis ganas de seguir conociéndote.

Jazz